martes, 15 de marzo de 2011

Y nose.


Aun a riesgo de parecer una loca me planto aquí a sollozar letras. Si esto fuera una carrera estaría llegando a la meta, sin adversarios y sin nadie para aplaudirme, llegaría sola y cansada al final, con las piernas temblando y llena de ganas de gritar. Sin entender aún por qué diablos ya no me suena el teléfono, noche no y noche tampoco. Veo lo maniática que me he vuelto al no encontrarme manías, nada se convierte en rutina dentro de una enorme rutina. Suena irónico. Los días son iguales, pero ninguno sigue un ritual a nisiquera el de levantarme a la misma hora, como si mi cerebro hiciera de despertador. Ya no me llega el humo de nadie, por lo que ya no me lloran los ojos, y ya no tengo de qué quejarme.

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